Los siguientes tres relatos clínicos, fueron expuestos oralmente en el taller al que hace referencia el artículo titulado “El Poder de “Contar” en medicina. Resultados de un taller docente”, que se celebró el pasado 12 de Febrero en el contexto de la II Jornada de Narrativa Médica en Madrid bajo el patrocinio de la UFV y la UAM.
Estos tres relatos breves representan un buen ejemplo de “relatos orales”, ya que para este fin fueron concebidos. Queríamos ofrecer unos buenos ejemplos de este tipo de narraciones clínicas con fines de transmisión, “oral”. Llama la atención tanto su brevedad como su elegancia y potencialidad no solo para reflexionar sobre la práctica clínica sino como fuente de múltiples temas de interés sanitario para discusión muy pertinentes en la formación de los enfermeros y médicos.
Es evidente, que aunque nos referimos a tales relatos como relatos “para ser contados”, el lector tiene acceso a ellos gracias a que han sido finalmente escritos. Si como comentábamos en el artículo mencionado, el paso de “relato pensado” a “relato contado”, tiene sus dificultades y representa al menos un esfuerzo por parte del relator para dar adecuada estructura, forma y sintaxis al cuento, su paso posterior a escrito, exige un mayor esfuerzo aún y conllevando una mayor competencia narrativa por parte de sus autores, pero lógicamente esto supone nuevas ventajas, entre ellas la difusión a un mayor número de lectores.
Cuando pasa la cigüeña
Margari tiene 99 años, es salmantina de pura cepa, madurada con tesón como el jamón de Guijuelo. Está ingresada en el Hospital de San Juan de Dios, en la Unidad de Cuidados Paliativos de Santurce, Bizkaia. El deterioro cognitivo avanza y le limita su vida diaria, pero está bien acompañada por su hija, muy presente.
Es mi primer día en el hospital, pasillos serenos, por un lado, la luz, vistas al jardín, por otro lado, la oscuridad, a unos edificios. Entro en la habitación, y Margari se encuentra acurrucada en la cama, con una mirada vidriosa, como perdida, hacia el techo. El tutor entabla conversación con la familiar y me sugiere amablemente: “Ander, si te parece, vete explorándola.” Cojo de la mano a Margari y le pregunto: “¿Hay algo que te moleste, que te preocupe?” Con un rostro de profunda sabiduría me contesta: “Estoy esperando a la cigüeña.” Asombrado le digo: “¿Cómo la cigüeña?” Y ella de nuevo, con una lucidez prodigiosa: “Sí, la cigüeña, quiero que me lleve, quiero irme volando.” Sin acabar de comprenderlo le suelto: “Pero si en el País Vasco no hay cigüeñas. ¿Dónde naciste Margari?” Con una sonrisa de añoranza me responde: “En un pueblito de Salamanca.” Ahora todo encaja, tierras castellanas, llenas de iglesias preciosas, con sus campanarios repletos de cigüeñas en sus nidos.
En ese momento, se acerca el tutor y me consulta: “Ander, ¿qué tal estaba la auscultación?”
Ander Portugal Martínez,
MIR MFyC CS Zuazo (Barakaldo, Bizkaia)
Sin título
Como cada mañana me dirijo al centro de salud donde trabajo. A primera hora todos los miembros del equipo nos reunimos para realizar las analíticas, labor que, por el volumen de trabajo requiere que estemos las ocho enfermeras del equipo.
Sin embargo, esta mañana algo se ve diferente. Los números no me cuadran y entre las caras de mis compañeras diviso un nuevo rostro que, lejos de estar sonriente, se encuentra con cara triste y asustada. Es la nueva alumna de enfermería que comienza a rotar hoy por nuestro centro. Lo había olvidado.
Cuando mi ordenada mente recuenta de nuevo y se tranquiliza al percatarse de quien es la novena persona, esta, prende los oídos y se dispone a escuchar. No sin antes preguntarse, ¿Por qué estará tan triste la alumna si es su primer día?
La armonía que suele reinar en la sala de extracciones hoy es un bullicio de tonos agudos y graves en lo que parece una disputa. Un lanzamiento de palabras con la única intención de no responsabilizarse de la alumna. Todos intentando librarse de su docencia. Todos, mientras ella está presente escuchando.
Ahora entiendo el sentimiento que transmite su rostro. Un estado que no le corresponde a ella, porque lo que ella no sabe es que el problema no es ella. Las disputas no vienen por su persona. La persona encargada de la docencia está de baja y nadie quiere cargos extra sin la cuantía económica que ello supone.
Entre quejas y miradas hago hueco para estirar el brazo y hacer un gesto, un simple movimiento con la mano al que sumo dos palabras: “vente conmigo”.
Xabier Cañibano García.
Enfermero de Atención Primaria
María
Lourdes recibió de nuevo en la consulta a María. Lunas negras rodeaban sus ojos, inertes, tristes y enrojecidos de llorar. Ropa oscura, casi de luto; mangas largas. El pelo, apartado de la cara con una horquilla a cada lado, encanecido, limpio, pero sin conocer el regalo de una visita a la peluquería hacía tiempo,… tapando como siempre los hematomas producidos por Luis. María le dijo a Lourdes mientras le cogía la mano: ¿Sigues sin querer denunciar?.
Laura, -respondió María -son 48 años así. ¿Donde voy a ir?. Mis 3 hijos ya no viven en… Nunca he trabajado fuera de casa, nunca me dejó, y yo no tengo nada. Si le denunció, ¿donde voy?. Me matará.
Al día siguiente, Lourdes vio en su hoja de citas de consulta a Luis, que acudía a su control de EPOC. Le hizo pasar, sin levantarse ni mirarle a los ojos. Hizo lo estricto según protocolo, seca, sin empatía …no quería, no podía hacerlo de otra manera. Al salir de la consulta, oyó a Luis que decía: ¡Que enfermera más antipática!.
Había pasado un mes desde la última consulta con María, y Paloma, su compañera médica abrió la puerta que las comunicaba y le pidió que pasara a la consulta.
Se encontró con María, que lloraba sin consuelo.
María- dijo Lourdes mientras se sentaba a su lado, imaginando una nueva paliza- ¿Qué ha pasado?
Luis ha muerto- respondió María.
Lourdes entonces, esbozó una gran sonrisa y echándose a reír le dijo:¡Enhorabuena María!. ¡Hoy es el primer día de tu nueva vida!
María dejó de llorar al momento, sonriendo casi con timidez. Tres meses más tarde, Lourdes se dirige a prestar cuidados a un paciente en su domicilio cuando se cruza con una mujer vestida con ropa colorida, algo maquillada y con el pelo cuidado de peluquería. Era María. Se funden en un abrazo.
María se dirige al grupo de baile del Centro de Mayores.
Blanca Sellés de Oro.
Enfermera de Atención Primaria