Como cada día desde hace un par de semanas acudo a la habitación de Elvira. Según entro, me encuentro con esa viejita preciosa de pelo blanco y ojos (no sabría decir el color) bonitos sonriéndome. Me alegra encontrármela así, cada día me regala sonrisas tras haber charlado con ella pero hoy veo que es un buen día, dentro de todo, para ella. Lo primero que me cuenta con mucho esfuerzo y con ese hilito de voz que a cada rato es más frágil, es que anoche y hoy ha comido “con ganas” en palabras suyas. Y también me cuenta que hoy la han lavado con mucho cariño en la cama y la han hecho sentirse muy bien. Entonces me siento orgullosa de mis compañeras, qué difícil en esa situación hacer sentir bien a alguien. Me dice que estoy muy guapa y le digo que lo mio no tiene mérito, que a sus 91 años ella es la belleza. Pienso que de viejita querría ser así: poca cosa, delgadita, con pelo blanco y con una mirada que me sale de la cara y le cuento mi deseo. Con mucho esfuerzo pero espontáneamente, suelta una carcajada. Qué bonita carcajada con su hilito de voz.
Empezamos a charlar sobre su lugar de origen y me pregunta qué de donde soy yo. Hablamos de Bilbao y me sonríe cada vez que fanfarroneo como buena bilbaína. He empezado sentada junto a su cama y me doy cuenta de que mi cabeza ya está sobre la cama, cómoda, como si no quisiera irme nunca más de allí. Hablamos también de que le gustaba bailar y la propongo escuchar a Serrat. Escuchamos la canción juntas, en silencio, cogidas de la mano mientras nos miramos. Cuando acaba la canción me dice otra vez que soy muy guapa y que somos amigas. Me ha gustado mucho como lo ha dicho, y me gusta la idea de que uno incluso en el lecho de muerte pueda hacer nuevos amigos.
La propongo como nuevas amigas que somos conocernos la una a la otra y como me había dicho que ella de joven era guapísima, que nos traiga su sobrina fotos y cuando a ella la apetezca me cuente su vida. Sonríe y me dice que si. Hablamos de su marido y de su vida, que dice que no ha sido muy buena. Y en su relato sólo pienso, bueno no… deseo poder entre todos darle un bello final.
Me quedo otro rato a su lado, simplemente sonriéndonos y escuchando
música juntas. No me quiero ir, podría pasar el día así pero otros
también lo necesitan. Siguiendo el criterio de justicia pero dejando mis
ganas allí con mi cabeza sobre su cama, me despido de ella con un
gracias que me devuelve. Nos besamos y hasta que dejo la habitación me
sonríe y me dice adiós con su manita pequeña.