Es Navidad y hay una silla vacía…
Será 25 de diciembre y para mí la Navidad estará vacía.
Mipadre murió el 5 de enero. Lo escribo junto, Mipadre, porque a pesar de ser 5 hermanos,cada uno de nosotros lo llamábamos así, “mipadre” cuando nos referíamos a él, incluso hablando entre nosotros. No es un “mí” de posesión. Lo que significa es que fue un padre capaz de construir una relación tan especial con cada uno, que nos hacía sentir hijos únicos, seres únicos.
Miro a la izquierda y veo una urnita azul, como el mar del atardecer del invierno, que abraza las cenizas que dejó su cuerpo al arderlo. Miro a la derecha y veo su camisa de cuadros roja, la que más se ponía, colgada del perchero de mi cuarto. Junto a ella cuelga el morral que llevo al trabajo. Soy médico de cabecera por vocación de él. No pudo estudiar la carrera porque su familia no podía costearlo. Habría sido un médico de cabecera maravilloso. Creo que de alguna manera lo fue, porque cuidaba a todos, todo el rato. Desde la necesidad del otro. Al ritmo del otro. Escuchaba. Acompañaba. Permanecía. Y, como dice Ramon Bayés, podía contestar a cualquier pregunta, porque sabia decir “no sé”.
Siempre he temido, TEMIDO, a la ausencia de mis seres queridos. Recuerdo rezar de pequeña pidiendo “y que nos muramos todos a la vez”, amén.
He crecido con ese susto.
Hace unos meses, poco antes de la muerte de mipadre, escribía:
“No quiero ser huérfana
Entiendo que es” ley de vida”
Entiendo que “todos morimos”
Lo entiendo bien
Pero no quiero que en el séptimo b ya no vivan más mi padre ni mi madre. Que no vivan más ni ahí ni en otro sitio.
No quiero”
Mipadre murió el 5 de enero y yo no quiero.
Mipadre, el hombre que me enseñó a amar la Navidad porque celebraba la vida.
En casa el nacimiento se ponía por mipadre. Ibamos colocando las piezas que representaban para él, hombre de fé, al dios hecho carne; ese niño que vuelve cada año, con empeño a recordarnos que como dice la canción “sólo el amor convierte en milagro el barro”; y para mí la capacidad de un hombre de carne de mantener la ilusión intacta. La gratitud. La humildad.
Hasta esta, hemos pasado todas las navidades juntos. 49 navidades.
Las personas que saben de mi pérdida me hablan de que estas fechas son difíciles porque todo el mundo está de celebraciones familiares.
Pero a mí no me parece que las fechas sean las difíciles. Siento que lo difícil es la ausencia de cada día. La propia. No porque en el resto del mundo haya celebradas presencias. El tamaño de mi pena depende exclusivamente de la inmensidad del amor en mipadre.
Mi experiencia de la Navidad siempre ha sido muy íntima. Así lo aprendí de mipadre. Celebración del amor. Del nacimiento. De la vida.
No había sido consciente hasta este año de que una forma de celebración de la Navidad se impone en las luces de la calle, en las luces de las casas, en los anuncios de la televisión.
Una forma de celebración pública en la que no hay espacio para el dolor.
Las personas en duelo me dicen que están deseando que pasen esta fechas.
Es un tiempo en el que siento mi dolor públicamente expuesto. Evidente.
Recuerdo la última Navidad con mipadre. Su brindis de todos los años «que la próxima Navidad no seamos menos»
Cada vez que lo decía sentía que se me paraba el corazón unos eternos segundos. Sabía que llegaría una Navidad en la que seríamos menos.
Me rasga ese recuerdo. Me corta la respiración. Me rompo la camisa de la infancia.
En estos años, sobretodo desde mi tiempo profesional, he estado cerca de personas en duelo. Me he asomado un poco a ese abismo del dolor. Sabía que sólo me acercaba un poco, que lo que sentía distaba mucho de la emoción del doliente. En realidad, ahora me doy cuenta de que lo que sentía era el miedo de saber que algún día me vería inmersa en esa emoción. Engullida por ella.
Así me pasa que, a lo largo del día, un mordisco de ausencia me rompe y siento un dolor físico que me lleva sin remedio a un silencioso llanto.
Y de pronto lloro mientras hago la compra, o mientras atravieso el parque que me lleva a la casa de mis padres donde él ya no está…
Lloro de un momento a otro, sin prólogos, pasando en un instante de un estado de bienestar a uno de tristeza profunda, de desamparo, a un dolor que si no freno me puede llevar a una especie de locura, de desasosiego, de sin sentido…
Pero también es verdad que a lo ancho de este tiempo sin mipadre, sin físicamente mipadre, he sentido su presencia en infinidad de momentos.
Sé que una buena parte de mí manera de mirar está en relación con la forma en la que él miraba.
Sus enseñanzas resuenan en forma de refranes muy a menudo.
«Séneca muriendo, Séneca aprendiendo» es de mis favoritas.
También mimadre me enseñó un refrán que define muy bien lo que muchas veces siento…
«Miras el agua que bebo pero no la sed que tengo»
Así, aunque sé que recordándolo a pequeños sorbos y a grandes tragos, nunca podré saciar mi sed de él, también sé que la gratitud por lo vivido con él, por lo aprendido, será suficiente para que mi actitud ante la vida sea la de bailarla, como él hacia, sea la música que sea que desde fuera se nos imponga, porque la música propia, la de la verdadera danza, la decide cada uno.
El 25 de diciembre por decisión, me alumbrará su presencia una Navidad no vacía en la que danzaremos juntos.
Yo me haré pequeñita para no pesarle mucho y pondré mis pies descalzos sobre sus pies en zapatillas de casa y suene la música que suene nos moveremos en un abrazo agradecido por lo vivido…y por lo que está por vivir.
Feliz Nacimiento!!!